En 2008 empecé a sentir dolor en abdomen y pierna izquierda, tras ecografías, Tacs, endoscopia y colonoscopia, nada explicaba el dolor. Mi ginecólogo me dijo que las varices pélvicas podrían ser el origen del dolor, que acudiera a un angiólogo.
El primer angiólogo que visité me dijo que era imposible que mi congestión pélvica me produjera tanto dolor sin haber estado embarazada nunca. El siguiente angiólogo que me vio dijo que era extraño, pero no imposible y a finales de ese año me embolizaron varices de la vena ovárica izquierda, en cuestión de pocos días desapareció el dolor.
Durante los años siguientes tenía algún episodio de fuerte dolor, pero cuando acudía a urgencias lo achacaban a estrés, escoliosis o el duelo por la muerte de mi madre.
A principios de 2016 los dolores eran casi diarios y en un Tac apareció el síndrome renal del cascanueces, acudí al angiólogo que unos años atrás me vio y me comentó que era una enfermedad poco frecuente. Me remitió a una cirujana vascular; Sentí un gran alivio, por fin lo que me ocurría tenía nombre, ¡quién me iba a decir el camino tan largo y duro que me quedaba!
El día antes de entrar en quirófano pensé que quizás no era tan raro y tendría que haber más gente; encontré un grupo de Facebook con unas 25 mujeres. La ayuda, compañerismo y amistad con ellas y las muchas que he conocido después, ha sido muy importante para entender lo que me pasaba.
En junio de 2016 al realizar una flebografía le resultó extraño que sólo tuviera un coil en la vena ovárica y había migrado uno al pulmón.
Hasta ese momento, las visitas fueron en Barcelona por mutua; Decidí acudir a mi médico de cabecera y me derivó al hospital de mi zona, allí me dijeron que no podían hacer nada por mí y me derivaban a un hospital público fuera de mi comarca. En noviembre de ese año me embolizaron una gran vena colateral y los dolores fueron en aumento.
En 2017 en cirugía vascular, me dicen que la opción menos invasiva, es poner un stent en la vena renal, que hay pocos casos y me dan unos meses para tomar la decisión, en octubre, finalmente, me operan.
Fueron dos meses de dura recuperación y al tercer mes tuve una gran mejoría, que sólo duró un mes.
Tras varios angiotacs de control, el cirujano vascular me propone hacer una flebografía y en noviembre de 2018 me embolizan varices de la vena hipogástrica derecha.
Mi médico de cabecera me hace una pauta diaria de analgesia, pero no funciona y me habla de los opiáceos, de momento me niego y pruebo con la acupuntura, cannabis medicinal, reflexología, etc. El dolor sigue aumentando y empiezo a tomar opiáceos en dosis pequeñas, se añaden otras medicaciones y se van aumentando dosis, el efecto cada vez dura menos.
En 2019 voy a Alemania donde me dicen que tengo síndrome del ligamento arcuato medio y proponen explantar el stent.
Tanto en el hospital donde me llevan como, en urología por privado, me dicen que es una operación de riesgo vital y puedo perder el riñón izquierdo.
Me derivan a medicina física me hacen diversas pruebas y derivaciones a especialistas, para descartar otras patologías, también me ven en Unidad del dolor.
En 2021 acudo a un especialista fuera de mi comunidad autónoma, coincide con el diagnóstico de Alemania y con la posible nefrectomía.
En 2022 me bloquean el nervio esplacnico y la mejoría dura días.
En 2023 me vuelven a embolizar varices alrededor del útero etc. la mejoría volvió a durar poco.
Vivo con un dolor crónico intenso, mi vida ha cambiado muchísimo, durante los años que trabajé con dolor diario, me negaba a pedir la baja, tenía la esperanza que cada subida de dosis o cada tratamiento me iba a mejorar, pero no ha sido así.
A día de hoy por el riesgo de la operación sin asegurar mejoría he decidido no operar, quizás más adelante no tendré más remedio que hacerlo.
Actualmente no puedo trabajar. Casi no tengo vida social.
Desde 2021 acudo a terapia psicológica por privado, gran parte de las sesiones las dedicamos a gestionar el dolor ese que me quema, me escuece, me apuñala, me pesa y me ha robado mucho en esta vida.