Mi vida cambió radicalmente hace cuatro años, aunque ya venía arrastrando síntomas desde niña, aunque leves. Mi recorrido fue muy largo para llegar al primer diagnóstico, el síndrome de congestión pélvica, por fin tenía algo y pensé que ya acabaría todo, pero no fue así.
Me propusieron embolizar la vena ovárica izquierda. Las varices eran bastantes y enormes, y así lo hice pero en la operación vieron también el síndrome de May-thurner y lejos de mejorar empeoré muchísimo, la compresión era bastante importante, así que otra vez a quirófano para colocar un stent. Mis síntomas mejoraron poco, y me tuvieron que intervenir otra tercera vez, ya que seguía con varices enormes. Al tiempo mejoré pero seguía mal y con nuevos síntomas. Otra vez más pruebas y visitas a otros médicos (todo por privado) porque en la sanidad pública hay mucho desconocimiento y falta de investigación. También me denegaron darme más citas con especialistas, me sentía sola y el estar viajando fuera de mi ciudad a otras provincias me suponía mucho. Pero necesitaba respuestas y saber qué me estaba pasando. Llegaron más diagnósticos, síndrome de Ehlers-Danlos hipermovil, gastroptosis, gastroparesia y disautonomía.
Pero detrás de estos diagnósticos se esconden muchas otras cosas como falta de empatía, miedo, incertidumbre, ansiedad, una lucha diaria contra ti, contra médicos, contra personas de tu alrededor… ¡Que no se vea no quiere decir que no exista!
Solo espero que esto cambie, que no sean tantos años para un diagnóstico y que no tengamos que recurrir a médicos privados y que la sociedad empatice más.